Al cumplir los ocho años, comencé a acompañar a mi Padre, como morralero, a la caza de las codornices con perros de muestra, por esos campos de Castilla, tanto la Nueva como la antigua Vieja, ahora Castilla-La Mancha y Castilla-León, en terrenos libres, (entonces casi todo el territorio Nacional no estaba acotado), existían muy pocos cotos de caza, ni particulares, ni de sociedades o agrupaciones de cazadores, ni siquiera de las Administraciones Públicas.
A partir de ese momento, granó en toda su amplitud el espíritu del cazador, hay empezaron las noches en vela en la apertura de la veda para el 15 de agosto, la tensión cuando el perro movía de forma reiterada y rápida el rabo hasta que se quedaba parado, marcando una muestra a la esquiva gallinácea, y la alegría desbordada cuando mi Padre abatía de un disparo a la pieza, después la satisfacción del cobro por el perro en un juncal o en un rastrojo alto con paja, de los que ya no abundan.
Con trece años pude sacar el permiso de armas, la licencia de caza, y empezar a poner en práctica todo lo aprendido, como fiel morralero y acompañante de mi padre y de los amigos que con el cazaban. Comenzó una nueva era para mi. Ya las emociones eran absolutamente personales, aunque estés acompañado te invade un “subidón”, como dicen los modernos, cada vez que te acaece un lance del tipo que sea. Es el veneno, la afición, la sinrazón de la caza, lo que hace nacer en ti una ilusión única e intransferible algo que se siente o no, que muchas veces no se puede explicar y que todos los que la practicamos sabemos de lo que hablamos.
Después me regalaron la primera escopeta, solo me faltaba dormir con ella, cuantas jornadas con mi fiel Ugartechea de doble pletina de calibre 12. Tuve mi primer perro Gilda, un epagneul breton, compañera incansable, de una paciencia única que aprendió a cazar conmigo desde cachorro y hasta su triste fallecimiento una mañana de septiembre víctima de la enfermedad de la edad.
Muchos años después comencé la caza mayor, en la típica batida de cochinos en el coto de caza menor que teníamos y que había que realizar por los daños que causaban a la agricultura, nuevamente apareció un nuevo gusano, el de la caza de animales grandes…