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Blog de Dianary

Vivencias de un cazador (IV)



Estás en casa tranquilo, y mirando a la pared de soslayo, ves un trofeo de corzo, y sin querer te transporta a un lugar, a un momento, a una parte de tu vida, de tu existencia de cazador único e irrepetible. Ese instante, ese recuerdo es tuyo, no lo puedes traspasar a nadie, quizás tuviste la suerte de haberlo podido compartir con un hijo, un padre, un hermano, tu pareja,  un amigo, un guarda, o un secretario, pero la vivencia es tuya, forma parte de tu piel, de ser, de tu alma de cazador…

 

Cuantas vivencias tenemos los cazadores, cuantos lances, y por encima de ello cuanta ilusión, en continuar teniendo momentos que vivir irrepetibles y nuestros, tan íntimos, que a veces al contarlos, nos damos cuenta de que no tienen la dimensión, que tuvo en nosotros mientras lo vivíamos.

 

Qué actividad humana, puede permitir a los hombres desde nuestra creación, sentir lo que sentimos los cazadores. Qué forma de vivir en la Naturaleza más sana y auténtica. La tecnología ha hecho mucho más fácil la práctica de la caza, pero todavía existen modalidades de caza como los realizaban nuestros ancestros, la cetrería y las nuevas formas de caza con arco y ballesta.

 

Por todo ello, se puede siempre practicar la caza dando ventaja al animal en su medio y cazarlo de igual a igual, para después tener el recuerdo de tu lance, tu momento, tu trofeo.




Vivencias de un cazador (III)



Fue un día de Otoño, cuando los socios del coto de perdices donde cazaba  los domingos, sacaron el permiso para cazar el monte aledaño por medio de una batida de jabalíes, y que no se cazaba la caza menor por su espesura.

 

El mero hecho de saberme titular de un puesto de montería ya me dejó, varias noches sin dormir, intentando imaginar como sería enfrentarme a la caza de un animal como el jabalí, el cuál sólo lo había visto en fotografías.

 

Y efectivamente llegó el día, el sorteo, el puesto y el lance, que el escurridizo guarro tuvo a bien, escapar del novel cazador, que dejó los dos disparos traseros y ese malestar de la ocasión perdida, que vives como si fuese la última que fueses a tener en tu vida.

 

Pero nació la pasión por el jabalí, y en general por la caza mayor en  batidas y monterías, a las cuales empecé a acudir con asiduidad por toda la geografía hispana, y años más tarde incluso en el extranjero.

 

Después nació la pasión por los recechos, primero de rebecos en la cordillera cantábrica, quizás las más bella caza que haya practicado nunca, después las cabras hispánicas y los corzos, ¡Ay los corzos!, ese duende que te hace no dormir por el empeño de cazarlos de madrugada hasta las últimas luces del día, de perder la noción del tiempo y del espacio.

 

Incluso la desesperación, cuando habiendo errado el disparo jamás volviste a ver ese ejemplar mítico para Ti, el más grande, el más bonito, el más inalcanzable, el corzo de tu vida.




Vivencias de un cazador (II)



Al cumplir los ocho años, comencé a acompañar a mi Padre, como morralero, a la caza de las codornices con perros de muestra, por esos campos de Castilla, tanto la Nueva como la antigua Vieja, ahora Castilla-La Mancha y Castilla-León, en terrenos libres, (entonces casi todo el territorio Nacional no estaba acotado), existían muy pocos cotos de caza, ni particulares, ni  de sociedades o agrupaciones de cazadores, ni siquiera de las Administraciones Públicas. 

 

A partir de ese momento, granó en toda su amplitud el espíritu del cazador, hay empezaron las noches en vela en la apertura de la veda para el 15 de agosto, la tensión cuando el perro movía de forma reiterada y rápida el rabo hasta que se quedaba parado, marcando una muestra a la esquiva gallinácea, y la alegría desbordada cuando mi Padre abatía de un disparo a la pieza, después la satisfacción del cobro por el perro en un juncal o en un rastrojo alto con paja, de los que ya no abundan.

 

Con trece años pude sacar el permiso de armas, la licencia de caza, y empezar a poner en práctica todo lo aprendido, como fiel morralero y acompañante de mi padre y de los amigos que con el cazaban. Comenzó una nueva era para mi. Ya las emociones eran absolutamente personales, aunque estés acompañado te invade un “subidón”, como dicen los modernos, cada vez que te acaece un lance del tipo que sea. Es el veneno, la afición, la sinrazón de la caza, lo que hace nacer en ti una ilusión única e intransferible algo que se siente o no, que muchas veces no se puede explicar y que todos los que la practicamos sabemos de lo que hablamos.

 

Después me regalaron la primera escopeta, solo me faltaba dormir con ella, cuantas jornadas con mi fiel Ugartechea de doble pletina de calibre 12. Tuve mi primer perro Gilda, un epagneul breton, compañera incansable, de una paciencia única que aprendió a cazar conmigo desde cachorro y hasta su triste fallecimiento una mañana de septiembre víctima de la enfermedad de la edad.

 

Muchos años después comencé la caza mayor, en la típica batida de cochinos en el coto de caza menor que teníamos y que había que realizar por los daños que causaban a la agricultura, nuevamente apareció un nuevo gusano, el de la caza de animales grandes…




Vivencias de un cazador (I)



Cuando tenía cuatro años mi Padre me llevó a cazar jilgueros, un día de octubre, no me imaginaba cuanto iba a cambiar mi vida a partir de ese momento. Es más, durante bastantes años le acompañé a esa práctica cinegética con red, reclamos en jaulas de palanza y cimbeles, y si bien a mi nunca me gustó esa modalidad de caza, si nació y después germinó el espíritu del cazador.

 

De ahí hasta el Safari donde cacé un extraordinario elefante en Tanzania fui teniendo vivencias irrepetibles y en muchos casos personales e intransferibles. Siempre cacé y sigo cazando porque continúo sintiendo la emoción de la muestra de un perro, el rececho de un corzo, el vuelo indomable de las perdices en ojeo, un cochino rompiendo monte o el arrancarse una liebre de los pies. El día que no la tenga dejaré de cazar, porque estaré en el paraíso de los cazadores, en ese lugar donde terminaremos todos los que en su día amamos la Naturaleza, sus animales y cazamos siempre que pudimos de poder a poder, dando siempre la ventaja a la pieza, y por ello puedo asegurar que se me fueron más piezas que las que abatí a lo largo de mi vida.

 

En aquellos primeros años, aprendí a distinguir todo tipo de aves y plantas, a respetar lo que ahora se llama medio ambiente, y que mi Padre siempre ha llamado Naturaleza, a dejar el campo como lo encontraste, sin más cosas que las que había, y sobre todo a confundirme con el entorno, a querer sin darme cuenta, formar parte del mismo, siendo un cazador.

 

El último atardecer en un puesto de tórtolas en este septiembre último, ha supuesto mi más cercano recuerdo de algo irrepetible y que sólo los cazadores somos capaces de disfrutar y compartir con nuestra gente, y sobre todo eso que te llevas a tu memoria que sabe a paja, fresco, calor, sudor, satisfacción plena, pesar y  calma… y sobre todo a ilusión por volver a sentirlo.




25 deidades de la caza



Desde la era paleolítica y hasta nuestros días, en algunas regiones del mundo, los seres humanos dependemos de la caza para subsistir. Sólo si cazamos tenemos alimentos, pieles para cubrirnos y huesos para fabricar herramientas y armas.

 

El hecho de que los cambios en la Naturaleza afecten gravemente a la supervivencia del ser humano, provocó que le estuviera agradecida y temiera por igual. De esta forma, a lo largo de la historia ha creado deidades, muchas de ellas relacionadas con la caza, y las ha rendido culto para asegurar que se cubriesen sus necesidades más básicas, las fisiológicas y de seguridad. Algunas de las deidades de la caza más importantes son las siguientes:

 

 

Nombre

Procedencia

Representación

Península ibérica

Añanga 

(Anhangá)

Tupí (Brasil)

Ciervo blanco con ojos de fuego

X

Artemisa

(Ἄρτεμις)

Griega

Mujer

Artio

(Dea Artio)

Helvecios (Celta)

Oso

Bendis

Tracia

Mujer

X

Camaxtli

(Camaxtle)

Maya

Hombre

X

Cernunnos

Celta

Hombre

Diana

(Dīāna)

Romana

Mujer

Fuxi

(伏羲)

China

Hombre

X

Ishtar

(Ištar)

Babilonia

Mujer

X

Khonvoum

Pigmea

Hombre

X

Mabon

Celta (Galesa)

Hombre

X

Mielikki

Finlandesa y Celta

Mujer

X

Mixcóatl

(Mixcōhuātl)

Azteca

Hombre

X

Neit

(Net)

Egipcia

Mujer

X

Ngen-kulliñ

Mapuche (Chile y Argentina)

-

X

Nodens

Celta (Bretaña)

Hombre

X

Nyyrikki

Finlandensa

Hombre

X

Odín

(Óðinn)

Nórdica

Hombre

X

Onuris

Egipcia

Hombre

X

Opochtli

Azteca

Hombre

X

Oshosi

(Ọ̀ṣọ́ọ̀sì)

Yoruba

Hombre

X

Skadi

(Skaði)

Nórdica

Mujer

X

Tapio

Finlandesa

Hombre

X

Tuulikki

Finlandesa

Mujer

X

Vosego

Celta

Hombre

X

 

Las dos diosas más famosas son Artemisa de la mitología griega y Diana de la mitología romana. De esta última toma parte de su nombre Dianary :)

 

Además, los cazadores contamos con un patrón San Huberto (Huberto de Lieja) que nació probablemente en el año 657 en Francia y murió en el año 727 en Bélgica. Siendo el 3 de noviembre el día que celebramos su festividad.




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